torre de Gálata en Taksim Istanbul
Vista de Torre de Gálata tan famosa en Taksim. ¡Aún tengo pendiente subir! /Istanbul.J.M

En la vía principal de Taksim, calle Istiklal, la música retumba con mucho estruendo. Recuerdo en la época de Estambul, ciudad bella para visitar, fea para otras cosas,  llegó visita de Euskadi y ante el estruendo propio de Istiklal, luces, personas para arriba y para abajo de todas las tallas, colores y procedencia, de la visita, estupefacción: ¿cómo puede sonar la música en Istiklal a ese volumen?

En Turquía es algo muy común escuchar música por todos los lados, o ya en encuentros más privados, comprobar la sencillez con la que las personas cantan y bailan en celebraciones, cuando no son celebraciones, en las casas, y en un ambiente más social, cantar en los bares.

Incluso el life music – música en directo- tan propio de Turquía, se echa de menos en Euskadi: el gusto de ir a un bar, sentarse, pedir una cerveza y escuchar un grupo. Más gusto si es en verano y la terraza del bar se sitúa de vistas al mar. Es también algo muy común en Turquía, al menos en la costa, en ciudades como Marmaris, Bodrum o en los pueblos aledaños de Izmir. Y aunque los músicos se quejen allí de lo poco que cobran, es algo muy arraigado tener música con qué acompañar la vida.

A mí compañero de vida le resulta extraño que en Euskadi, con la cultura de “fábrica de los bares”, tal y como él lo denomina, es decir, con la cultura de salir y tomar algo, antes del mediodía, antes de la noche, en días de descanso, de una manera muy continuada, cuando la rutina deja ciertamente algo de alivio, no haya ni rastro de life music.

Por eso, he pensado, a raíz de sus palabras y ciertamente lo que allí se siente, lo importante que resulta en Turquía la música, el papel tan importante que desempeña. Resulta paradójico que en un país como Turquía donde escasea la cultura propia del “txikiteo” de Euskadi, es decir, tomar algo de una manera tan asidua en bares… como en Euskadi, esté tan extendida la cultura del life music, mientras aquí, tantas veces en los bares, y todo cd.

atardeceres preciosos en Estambul
Si hay algo bonito bonito en Estambul son sus atardeceres ¡! /Kadiköy. J.M

Recuerdo en una ocasión en Kadiköy, mi barrio favorito en Estambul, de Asia hablamos ya, cuando paseábamos por su centro, y nos paramos un momento a escuchar a una pareja de músicos que cantaban y tocaban la guitarra. Me sorprendí mucho de comprobar cómo los transeuntes se detenían, miraban a los artistas y se unían al canto, generando un cántico de sonrisas, de movimientos de brazos en lo alto. Vaya, eso es alegría, pensé. En España no sé qué haría falta para algo así: ¿cinco gin tonics?

Incluso sorprende la rapidez con la que las personas se unen a las melodías que se escuchan: no hace falta emborracharse para cantar o mover los brazos, tal y como lo hacen, con mucha sutileza, ciertamente algo sexy, alzando los brazo hacia lo alto, deslizándolos a un lado u a otro. Es la melodía que empapa la vida cotidiana en Turquía. Sorprende mucho, pensándolo desde Euskadi o desde España, donde la música no (me) parece juegue un roll tan de calle.

Recuerdo un concierto en San Sebastián, allá hace algunos años, en las fiestas de la gran ciudad al mar a mediados de agosto, cuando vino Kiko Veneno. Más allá de las opiniones que pudiera suscitar este cantante, lo cierto es que su música expresa cierto ímpetu para el baile, al menos así lo creo yo, pero los asistentes no se movían ni un ápice, y eso me llamó más la atención que el propio concierto.

Y aunque el “estilo de música” en Turquía resulte un poco… si se escucha demasiado, a mí me entran ganas de correr, hay también melodías muy bonitas. Y gusta escucharlas en los bares, en las casas, en los coches, o en las plazas.

montañas preciosas en Antalya
Montañas preciosas en Antalya aunque en un principio parezcan tímidas. /Antalya. J.M

Precisamente en una plaza acudimos a un concierto “improvisado”. En Antalya, ciudad extraña al sur de Turquía, conocida por su calor, y no es para menos, allá la humedad era insufrible, a la noche las calles se vaciaban, era bastante inusual en comparación con otras ciudades como Izmir o Estambul, donde era precisamente a la noche cuando los habitantes salían a la calle para disfrutar del alivio de la ausencia de sol.

Antalya tenía aquellas montañas que se situaban al fondo, impresionantes, eran tan grandes y componían una línea con el cielo que mirarlas daba simple gusto, el vasto mar en frente de ella, era impresionante situarse ante él y contemplarlo desde una terraza con una cerveza y con la música del móvil (aquí tuvimos suerte) y era impresionante cómo se vaciaba su centro, tan cuidadito, todo tan limpito, y ni alma de por medio.

Un día, en realidad, una noche, paseando por el “puerto” -no sé si llamarle puerto porque había algunos barcos pero eran barcos para turistas, bastante horteras porque estaban decorados como Piratas del caribe… para atraer alos turistas, sin que hubiera rastro de turistas- paseando, mirando las montañas al fondo, el mar al frente, alejados de la terraza, ya abajo, nos encontramos una “fiesta” improvisada en una especie de anfiteatro. Un chico cantaba allí, los demás lo seguían, algunos se animaban a bajar al palco y bailar bailes tradicionales.

En Aliaga, a una hora más o menos de Izmir, pudimos disfrutar también de una semana de jazz. La melodía era realmente preciosa. Respecto de la cuestión del jazz no puedo decir mucho sobre Euskadi, porque sí que hay festivales de jazz, que son muy divertidos y me encantan.

En Grecia tuve otra percepción de la música

Caminábamos por Creta y nos encontramos con el anuncio de un concierto de música clásica, otro día un concierto de ópera al aire libre, otro día un concierto de música que no sabría cómo describir, era bonito de oír, pero era raro.

Recuerdo en Creta, en un bar, hablábamos con un griego que era amigo del dj. Y había una música bonita, pero no para menear las caderas, a veces en el extranjero echo de menos la música un poco a lo latino, y le pregunté si podrían poner una canción. La típica canción de verano a lo latino que no será de composición exquisitamente bella pero es genial para bailar. El griego me miró y entendí perfectamente qué pretendía decir: cómo en un bar así iban a poner una música de ese calibre.

La sociedad griega se ve una sociedad mucho más arraigada en la sensibilidad exquisita del arte que la turca. Y sin embargo esta última, sobreviviendo, como cualquier sociedad, es una sociedad que sabe disfrutar de la vida cotidiana, al igual que la griega, pero de otra manera, quizás no tan embellecida por la sensibilidad exquisita del arte, pero sí para la alegría de las sonrisas de quienes la conforman, a pesar de las situaciones, las crisis, la guerra, y la inestabilidad, disfrutan con y de la música. Lo que ya no sé es si sociedad turca o música, cual de ambas salvará a la otra.

¿Y tú? ¿Cómo percibes el roll de la música en tu país o en tu región? ¡Creo que en Euskadi somos muy conocidos por la gastronomía pero no tanto por el bailoteo! ¡Compartamos en los comentarios! Los contesto todos 🙂

P.D: En mi perfil de Instagram subo fotos de Turquía, paisajes que visito y me llaman la atención, pequeños vídeos, libros… si quieres también nos podemos ver allí.


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