De Antalya, ciudad situada al sur de Turquía, esperábamos un ambiente parecido al de Marmaris o Bodrum, ciudades turísticas donde veranear. Sin embargo, Antalya resultó diferente: una ciudad mucho más grande, se percibía que no se vacíaba a lo largo del invierno, a diferencia de Marmaris, y el calor apretaba con tremenda fuerza, eso ya lo sabíamos de antemano, pero era tal la sensación de humedad (junto al calor) que se hacía difícil caminar durante el día por la calle, incluso de noche llegaba a resultar algo agobiante. Desde Izmir ya advertían que es imposible vivir en Antalya sin aire acondicionado. Se percibía también otra clase de turismo, ciudadanos más del sur de Turquía, el ambiente no resultaba tan relajado como en Marmaris, Bodrum o Izmir.
Sin embargo, hubo dos hechos que sorprendieron en positivo:
- Las montañas: resultaba impresionante observarlas, tanto de día como de noche. De día impactaban al fondo de la ciudad, allá donde una de las vastas playas se sitúa, playa bonita pero algo incómoda para sugermirse en la orilla. Y al atardecer, en ese progreso de (des)clarificación que el cielo expresa, el impacto del perfil de las montañas con el cielo que nos cubría era impresionante.
- El centro antiguo restaurado: un centro muy bien cuidado, a la manera de Eskisehir, pero mucho más grande, aunque parecía despoblado. Es extraño cómo lo muy bien cuidado no tiene tanto uso en la vida cotidiana de este país.
En Antalya estuvimos algunos días: visitar ambas playas, dicen que en una de ellas, la arriba mencionada, en su horizonte finito las montañas acompañan, en esta época del año, noviembre, las montañas se bañen del blanco nevado y en la playa aún puede bañarse debido al calor.
De Antalya decidimos realizar una excursión: Olympus. Su nombre es glorioso. Olympus. Una villa, ruinas, algo extraño. Una especie de encuentro de mundo bohemio-hippie-reposo absoluto. ¡Vaya! Eso también llama mucho la atención en Turquía. Un lugar muy recomendable para visitar. Tomamos un bus para llegar a la otra punta de Antalya y de allí un micro bus para Olympus. Unas dos horas más o menos, muy barato, no sé si alcabazan los 10 euros por persona. Después, poco antes de alcanzar el puerto de montaña que baja a Olympus, es necesario cambiar de nuevo de microbús (incluido en el precio). Así lo hicimos, hasta llegar a esta área protegida: naturaleza.
Es extraño también en Turquía, país de ciudades tan pobladas y caos ordenado a su manera, encontrarse con lugares como las ruinas/playa de Olympus. Decidimos hospedarnos en una cabaña, fue bonito. De hecho todos los alojamientos que se mostraban consistían en recintos de cabañas, campings, o edificios acomodados a la naturaleza, casas en los árboles incluso, pero ya sobrepasaba nuestro presupuesto. El precio estaba muy bien: daban desayuno y cena. La comida ya cada uno a su cuenta. Se percibía un ambiente muy diferente al de Antalya y a lo largo de la noche hacía frío, la montaña estaba situada muy cerquita de la playa. Creo que fue la primera vez a lo largo de un mes en Turquía que sentí frío.
Nuestra sorpresa fue aún mayor cuando descubrimos que había que pagar para acceder a la playa. (En caso de tener un carnet de periodista o el mismo carnet de museos que se puede solicitar en Turquía no es necesario pagar :)). Para pisar la playa es necesario primero acceder a través de una pequeña ruta rodeada de las ruinas de la antigua ciudad que Olympus debió de ser en algún momento de su historia: jamás recuerdo estos detalles. Era un paseo entre árboles, silencio de la montaña, y ruido relajante del agua del río que, a través de las ruinas, en restauración, ya maravillaba. La sorpresa fue aún mayor cuando nos encontramos con un río, agua congelada, que confluía en las ruinas para desembocar en la playa que rodeada de montañas también estaba.
La playa tenía una extensión bastante grande, había una zona a la izquierda y otra a la derecha. Para acceder a la derecha había que pasar descalza por la pequeña desembocadura del río: agua congelada, pero dulce. Eso también me llamó mucho la atención, en Turquía el agua salada domina el veraneo. Después en el mar se percibía la corriente del agua fría del río: helaba las piernas, según dónde nadabas, se percibía en mayor o menor medida.
¡Muchas gracias por estar ahí!
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