
Color morado, verde, azul, amarillo, granate… llama la atención cómo resplandecen los puentes, edificios y calles de esta ciudad, Eskisehir, al noroeste de Turquía, ‘ciudad antigua’ o ‘villa vieja’ significa en español; una ciudad universitaria, desayunos turcos baratos (7 liras, unos 3 euros) y un ambiente muy juvenil.



Muchas de las calles en Turquía son de un gris nublado, gamas existen muchas; gris el de las mezquitas, cuyas paredes brillan, ese gris brillante; gris el de las mismas calles asfaltadas, con cierto desorden, las personas pasean por ellas; las tiendas asoman sus carteles, hay carteles por todos los sitios, se pelean entre ellos, los colores en los que se enzarzan son los que alegran el bullicio propio en la vida de estas gentes.
Llama la atención cómo hacen uso diario de la calle.
El tranvía recorre una de las calles principales, jóvenes para arriba y para abajo, muchos de ellos tomando cerveza una vez anochece, en el bar street de esta ciudad, menos escandaloso que en otras ciudades, como Marmaris, mar bonito, pero jungla de la música a tope y los chupitos de tequila ofertados en su bar street.
En Eskisehir, se escucha el mito de su alcalde, una sabe que se encuentra en territorio pro-Europa, se siente en la calle, el ambiente es más abierto.


El alcalde de Eskisehir debió de ser profesor de Universidad, desde hace algún tiempo levanta la ciudad. La hija del alcalde debió de diseñar (contacto social, pensé, también al estilo Europa, vamos de CV, pero prima el contacto social) esta zona de las casas antiguas rehabilitadas con mucho comercio de artistas.
Edificios rehabilitados llaman la atención. No es muy común verlo en Turquía, un país que intenta buscar un balance entre lo antiguo y lo nuevo, como si quisiera salir disparado, como cuando el avión despega de su pista, pero algo se lo impidiese.
Lo veo en las personas, lo siento en sus gestos, en lo que no dicen. Algunos lo llaman resiliencia; superponerse a la adversidad en formato de sonrisa cansada, me viene a mí a la cabeza.
Curiosidades del viaje



Dos días en Eskishehir son suficientes para ver la ciudad.
De Amasra, pueblecito con encanto situado en la bravura del Mar Negro, a Ankara, de Ankara otro autobús a Eskisehir. El transporte funciona bien en Turquía, será que la tener un coche es muy costoso, desde allí afirman que cualquier coche, sea de primera, segunda o tercera mano, independencia de marca, puede llegar a costar como mínimo 5.000 euros (11.000 liras más o menos), será por eso que los 80 millones de habitantes que ocupan el país, con sus ideas y venidas, algunos a voces, y otros muy silenciados, en un intento de pacificación, o arreglo, cada uno hace lo que puede, deban moverse en autobús.
Es una ciudad bonita, agradable, para estar de paso, sirve estupendamente.
Nota: Sentimos la falta de ortografía de la ‘s’, pero no la tenemos en el teclado, a diferencia del idioma turco.