Las conversaciones escuchadas a dos mujeres turcas componen este artículo:
Conversación de la mujer en Eskisehir
Caminábamos hacia el bar street de Eskishehir, pasamos al lado de una pareja. “No puedes caminar de esta forma por la calle, está lloviendo, te llevo a casa”, le dijo el chico. Jovencito, con barba, como ahora se estila en todos los lados, en frente de ella, resguardados bajo un paragüas. “No quiero que mi padre nos vea, prefiero ir andado”, respondió ella.
La conversación de una mujer en Izmir:
El sol lucía, la brisa del mar se hacía sentir, conversábamos con una pareja en Izmir. Nos contaban que tenían planeado casarse el año que viene, irradiaban alegría, mucha felicidad, tenían muchas ganas de que llegara el momento del compromiso.
Pregunté cuándo se iba a producir el compromiso, respondieron que aún no lo sabían. Él estaba algo molesto, ella aún no le había comentado nada a su padre, solo a su madre. “Estoy esperando al momento oportuno”, dijo, mientras agitaba las manos, fumaba un cigarrillo nerviosa, me llamó la atención lo rápido que se desvaneció su sonrisa. “El padre es bastante autoritario”, afirmó él.
En poco tiempo el novio acudirá con la familia a la casa de ella, le dirá al padre, entre tés, comida y mucho nerviosismo, que quiere casarse con su hija, a la espera de una especie de “consentimiento”. El padre deberá de decir sí o no. No me queda muy claro qué papel ocupa la madre.
Llama la atención cómo a través de las palabras, los gestos y los silencios, una se aproxima a otras culturas. En España es común hoy en día que la pareja (sobre)viva antes de contraer matrimonio y generalmente en la familia se ve como algo normal, dejando de lado las excepciones más tradicionales que también las habrá.
Sin embargo, en Turquía, un país gigantesco, cuanto más se conoce más grande parece, más complejo de entender, 80 millones de habitantes, con sus secretos, sus problemas y sus alegrías, porque de todo hay, y la sonrisa cansada, impacta tanto, a pesar de las adversidades de estas personas, y las grandes lecciones de las que aprender también, la humanidad en el trato, dejando de lado la historia de sangre en la que se baña el país, y sus pilares, en las ruinas del Imperio Otomano, en este contexto, llama la atención las mujeres que se encuentran por el camino, desde más tradicionales, musulmanas, no practicantes pero creyentes, activistas también, constructoras de paz, simpáticas, luchadoras, no sé hasta que punto laicas… llama la atención la protección en las que se envuelven o son envueltan. A veces, da la sensación de que para bien, otras para mal.
Sin querer caer en tópicos ni generalizaciones, que nunca son buenos, llama la atención ese ritual de ir a casa de ella, con ambas familias presentes, y hablar sobre el matrimonio. No sé hasta qué punto la respuesta del padre es inamovible, pero sí se deduce de conversaciones, gestos y silencios, expresiones, el papel que el padre ocupa en la familia. Aunque en muchas ocasiones he escuchado la agonía de ese papel: llama mucho la atención las veces que me han contado cómo los hombres juegan a las máquinas o a la lotería, dejándose importantes cantidades de dinero.
Me contaron la historia de un chico que se presentó con la propia familia en la casa de ella y el padre respondió que no. “Pobrecito”, pensamiento, “qué bochorno”. Después la hija estuvo algún tiempo sin hablarse con el padre, lo que a él debió de dolerle, los veo a ambos muchas veces juntos, padre e hija me refiero, y tienen una relación muy estrecha.
La familia es una red social muy importante en Turquía, a diferencia de España, que tal vez en estos tiempos de crisis se haya reforzado de alguna manera debido a la necesidad de ayuda, o puede que en algunos casos haya sucedido también lo contrario, y la necesidad de separarse se complique debido a la necesidad de ayuda.
Finalmente, el padre en cuestión cedió y se casaron. Le pregunté al chico, qué había sentido al casarse con ella, sé que ella estaba muy muy contenta, debió de enseñarse el vídeo de la boda al menos cuatro veces, pero él, que parece ser que nunca ha sido preguntado, después del estrés del “no”, del pago de la boda, serias dificultades para llegar a fin de mes debido a su condición de humilde, él me miró un momento, resopló, y contestó: “pensé que había vencido”.
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