El cansancio social se mide en los rostros arrugados de los habitantes de un barrio. Aliaga, denominada también “Las Vegas” por las luces de las refinerías cuando el sol cae. Una ciudad, Izmir, situada al sudoeste de un país, Turquía.

Google maps Aliaga-Soma.

Recorrido Aliaga-Soma. /Google-maps.

Mar de Aliaga

Atardecer en Aliaga, cuyo mar siempre está abarrotado de barcos enormes. /Aliaga. J.M

 Turquía asistió, el pasado 14 de mayo de 2015, al primer aniversario de la gran tragedia laboral, en forma de mina de carbón, en Soma, a dos kilómetros de Izmir; 301 mineros perdieron la vida allí abajo, no sé sabe cómo, en qué condiciones, ¿evitable?, la investigación continúa aún su curso. Personas escépticas respecto de la justicia; la mirada de la ciudadanía turca se clavó de nuevo hacia abajo; las redes sociales repletas de mensajes, las personas protestaban contra la falta de medidas que garantizasen la seguridad de los trabajadores, un ministro fue hasta la mina de Soma, reaccionó con violencia. La política pegando a la ciudadanía. Esa fue la imagen.

Gestos que expresan más que el propio silencio, la mirada se desvía hacia abajo, recordando los efectos del sistema, el conformismo acompañado de la queja momentánea, sucumben un instante a reclamar una mejora, descansan a continuación, una sonrisa, al igual que el cigarrillo que olvidan en el cenicero, mientras relatan; apenas vacaciones, artículo 24 Declaración Universal de los DDHH, derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre; jornadas agónicas, artículo 23.1 de esa misma Declaración, derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo; un sueldo muy apretado, artículo 23.2 derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria.

¿Resiliencia? Sonrisas esclavas

“Esclavos”, comenta un chico joven, cuando se le pregunta cómo es el trabajo en Turquía, Tugrul Çimen, 29 años de edad, moreno, alto, ojos marrones, los dientes algo desgastados, el cigarro entre los labios, los dedos de las manos delgaditos, las ojeras de no descansar, no relajarse de las preocupaciones que produce la escasez de sustento económico, ahora tiene que pagar la boda, acaba de comprometerse, la adversidad en forma de proceso complejo de límite de pobreza.

En la actualidad, Tugrul trabaja como chófer en una refinería. Con anterioridad, ha desempeñado todo tipo de oficios, algo bastante común en este país. Da la sensación de que tienen una mayor capacidad para hacer frente a los retos de la vida de la que se observa en la juventud en España. “Músico, comercial en una agencia de buques, comercial en otros negocios…”, relata. “Mi contrato es de chófer pero hago trabajos de organización, administración, recursos humanos, soy un multiusos”, advierte. “La compañía me paga un salario de 1.400 Liras turcas (unas 650 euros más o menos), empiezo a las ocho de la mañana y supuestamente acabo a las seis de la tarde, pero siempre trabajo mucho más. Antes nos pagaban entre 80 y 100 horas extraordinarias, ahora solo nos pagan 25 horas y el resto va a las vacaciones”, señala.

Según el informe `El Salario Mínimo Debajo de la Línea de Pobreza’, elaborado por la Confederación de Unión de Trabajadores en 2012, la línea de pobreza se define en 2,861 Liras (€1,430) para una familia de cuatro miembros.

Hombre ahogado.

Hombre ahogado. El nombre del autor Soma, nos viene muy bien. /Palma de Mallorca. J.M

En mi opinión tendría que cobrar el doble. No tengo vacaciones oficiales. Supuestamente acabo el sábado a las 13:00 pero los domingos también tengo que trabajar”. Por ejemplo, levantarse un domingo a las seis de la mañana para llevar al jefe a jugar al golf. Según la ley laboral turca, informa el Ministerio de Empleo, el número máximo de horas de trabajo semanales es de 45, aunque admite la posibilidad de hasta un máximo de 270 horas extraordinarias anuales. En cuanto al periodo mínimo de vacaciones pagadas; entre uno y cinco años trabajados, 14 días laborales; entre 5 y 15, 20 días y; más de 15 años, 26 días laborables.

El Informe de OECD Better Life Index expresa que “alrededor del 43% de los empleados tienen un horario de trabajo muy largo, cifra mucho mayor que el promedio de la OCDE de 9%”. Turquía suscribió, el pasado 15 de agosto de 2000, el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Con anterioridad, el pacto de la equidad salarial, el 10 de julio de 1976, según la librería de los derechos humanos de la Universidad de Minesota (EEUU). Al mismo tiempo, Turquía suscribió los Objetivos del Milenio.

Contactos sociales para encontrar un trabajo

“Si quieres un trabajo mejor en Turquía, primero tienes que acabar la universidad, hablar inglés u otra lengua, y tienes que relacionarte con alguien grande, rico y fuerte”, admite. Mandar el currículum vitae a una empresa no parece una opción muy viable, se habla mucho de hacer contactos, provenir de una buena familia, de ahí la ayuda del entorno para tener una vida digna.

La dignidad, poner fin a la pobreza y luchar contra las desigualdades, así como la prosperidad, crear una economía fuerte, incluyente y transformadora, son dos de los elementos esenciales que inspiran los Objetivos del Desarrollo Sostenible, cuyo borrador se discute ahora en Naciones Unidas, cuya sede se sitúa en Estados Unidos, al otro lado de Turquía, dos lugares dispares. En las calles de Turquía no se oye hablar muy bien de Estados Unidos.

La meta tres del objetivo primero de los extintos Objetivos del Milenio 2015, decía “alcanzar el empleo pleno y productivo y un trabajo decente para todos”. El tercer objetivo de ese mismo “pack” añadía “asegurar una vida sana y promover el bienestar de todas las personas en todas las edades”, si se continúa, el octavo objetivo dictaba “promover el crecimiento económico sostenible e inclusivo y el trabajo decente para todas las personas”.

Es la sensación fatídica, la impotencia ante el cansancio que la adversidad produce; saber que se tendrá que pedir dinero prestado para cubrir una urgencia o una necesidad, en Turquía es algo común. En parte por cierto caos que rige la vida diaria. No está tan regida como en Europa. Tiene sus aspectos positivos y negativos.

Una sociedad tranquila, en pleno proceso de paz, una paz muy complicada que debiera darse en muchos ámbitos de la vida, paz complicada pero posible, no solo el del conflicto armado, también la paz del fin del semana, del disfrute de las vacaciones respetadas.

Una sociedad calmada a golpe de vida; no desisten del ímpetu de intentarlo, siempre entre la esperanza y el fallo de la expectativa, y de nuevo la esperanza, muchos jóvenes como si se sintieran en una especie de cárcel, conseguir un visado para un simple viaje a la Unión Europea es costoso y complicado, y el sueño de trasladarse a la UE se ve truncado, sin embargo, la sonrisa continúa: un fin de semana libre, una cerveza algo más barata, vacaciones en verano, un sueldo decente que sostenga, la dignidad de estas gentes.

*Artículo publicado en Unesco-etxea.

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