Diyarbakir sorprende por el grado de casualidad en el que suceden los encuentros. Diyarbakir puede resultar algo impactante por la presencia de los convoys policiales y militares, se me ha quedado en la cabeza, algo fea en un principio hasta que no se descubren lugares como la Casa de los Cantantes, pero lo que también impacta es el grado de humanidad, solidaridad y lazos estrechos entre su ciudadanía. Y yo al estar con dos mujeres encantadoras, pude escuchar muchas historias del resto de la ciudadanía. Aquí va una:
Habíamos llegado al café-bar donde pueden beberse dos copas de vino como máximo. Adoraba ir allí, el ambiente era realmente cálido, la música muy mística y allí acudían directores de cine, escritores y periodistas. Mi traductora y yo nos sentamos en una mesa. Estábamos cansadísimas: a primera hora habíamos acudido a cubrir una manifestación del BDP (el partido político cercano al PKK que defiende el reconocimiento de los derechos del pueblo kurdo), después habíamos hecho turismo y ya a las 18:00 de la tarde (fisiológicamente dos horas más) creímos necesaria una copa de vino para relajarnos.
En el bar de las dos copas de vino máximas nos topamos casualmente con un grupo de periodistas jóvenes, acabaron sentándose con nosotras y, a través de esta mujer, me formularon miles de preguntas. Eran dos chicos y dos chicas. Deduje que dos de elllos eran pareja por las caricias que ella le hacía en el brazo del periodista. Este hombre, rubio y de ojos azules, me hablaba de la dificultad de ser periodista por la presión del gobierno turco, y afirmaba que en “los últimos 10 años” habían “muerto 50 periodistas”. Ambas periodistas se levantaron para ir a comprar unos pendientes a una librería que tiene el café- bar y empezamos a hablar sobre mi trabajo en Euskadi. Él afirmó que su novia era mucho más política que él, él se describía mucho más tranquilo.
Romeo y Julieta, los denominaron en la mesa, y yo pregunté por qué. Hace dos meses el gobierno turco liberó a la periodista, su novia me refiero, de una condena de dos años que había cumplido, al principio en la prisión de Diyarbakir para después ser trasladada a la prisión de Estambul. Aquella chica tenía un rostro simpático, se la veía menudita, el pelo moreno atado con una cuerdecilla y cejas gruesas, inspiraba ternura la verdad, y me sorprendió que hubiese estado en la cárcel.
La chica volvió con la otra periodista y tal cual se sentaron comencé a preguntar por qué fue detenida, condenada y en qué condiciones penitenciarias había vivido. Me produce mucha curiosidad saber cómo son las cárceles por dentro. La chica me explicó que la encarcelaron por haber participado en una manifestación, me imagino que ligada al BDP en reivindicación de los derechos del pueblo kurdo, pregunté yo si era común ser detenida por participar en una manifestación, y añadió que en 2010 su hermana había lanzado una piedra a la policía en otra manifestación y que las fuerzas de seguridad la confundieron con su hermana, pero ella no dijo nada y efectivamente fue procesada.
Los presos se dividen al parecer en dos categorías; general, delitos sangrientos y comunes (asesinato, robo…) y presos políticos, según me explicó. Ella pertenecía por supuesto a la segunda categoría. Compartió celada con 20 compañeras, dormían en el suelo, muy acurrudas, cuando el máximo es de quince personas por celda. Al entrar en la prisión el gobierno analiza la solvencia del preso, en caso de que no sea solvente, el gobierno costea la comida. Los familiares, amigos y su novio (al que le denominaban Romeo) recolectaban dinero para comprar enseres privados como jabón de ducha, ropa… Lo de Romeo tiene una explicación. Él describía el encarcelamiento de ella como propio y aseguraba que le había escrito diez cartas semanales, cada una de ellas contenía diez páginas. La mesa aplaudió aquella declaración de amor. Yo sonreí.
Ahora están prometidos y en algún tiempo se casarán. En la mesa todos estaban muy contentos. Continuamos hablando de Siria, la situación de Oriente Medio, Euskadi, el periodismo, cómo hacer siendo joven, qué horror… y yo la miraba. En la mesa había un móvil, pero los demás hablaban con normalidad. Ella permanecía callada. Le pregunté su opinión sobre un asunto político, no recuerdo cuál, y me dijo que no podía hablar de política en los próximos cinco años ni acudir a ninguna manifestación en los próximos dos. No habló durante toda la conversación. Los demás decían que desde el móvil pueden escucharles, que la policía pincha los móviles de los kurdos para escuchar sus conversaciones, muchos de ellos disponen incluso de dos móviles, uno de ellos sin haber sido registrado con su nombre, para hablar con tranquilidad.
El estado de paranoia absoluto en el que viven. Miran hacia todos los lados, calculando si alguien los observa o los escucha. No sé puede vivir en ese estado de obsesión. Es inhumano. En cuanto al encarcelamiento de la periodista, ella adujo a ninguna razón para ser condenada, no sé si en realidad haría algo, lo que sí sé es que Turquía es el país con más periodistas encarcelados de todo el mundo y que, sin duda, eso demuestra una carencia de democracia que debe repararse. Acudí a cubrir la manifestación del BDP, había policías secretas entre los asistentes y uno de ellos no hacía más que seguirme cuando lo único que me dediqué fue a hablar con las personas, sacar fotografías y grabar vídeos. No creo que haya nada malo en eso. Después mi traductora me dijo que la policía secreta nos siguió. Yo la verdad es que estaba muy tranquila. No sé por qué. Pero estaba tranquila.
Hola Ramzi:
Sí, es un tema un poco delicado, no sé la situación de la chica pero es normal que una guía de turismo no quiera hablar de ese tipo de cosas. Hay muchos Estados que se autoproclaman demócratas. No puede negarse la vulneración de derechos humanos de los kurdos, a nivel colectivo y personal, del que sin duda el Estado turco es responsable, aunque muchos aducen también al daño que el “terrorismo” del PKK ha causado. De todas formas, yo creo que poco a poco empieza a verse cierto (insuficiente) reconocimiento de los derechos.