Mardin bonita ciudad en Turquía
La primera localización de la película tiene lugar en Mardin, situada al este de Turquía o Kurdistán. Un lugar muy característico por el color de sus edificios, hacía mucho calor y es realmente un lugar precioso de ver. Pena que arrastre el horror de un genocidio. /Mardin. J.M
Una ciudad preciosa la de Mardin
Una ciudad sorprendente. Merece la pena llegar a Mardin para visitar esta ciudad muy antigua situada muy cerca de la frontera con Irak y Siria. /Mardin. J.M

Valiente el director Fatih Akin, dado su origen turco, afincado en Alemania, al atreverse en su última película The Cut (El Padre, en español), que el pasado 19 de abril se mostró ante el público en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia, a mostrar algo más que un simple largometraje: una recopilación de las violaciones de derechos humanos que la comunidad armenia sufrió a mano de los otomanos.

Fatih Akin parece haber querido saldar una deuda personal al silencio impuesto en Turquía: aportar al reconocimiento del genocidio que tuvo lugar el 24 de abril de 1915, por lo que este año 2015 se conmemora el centenario de su aniversario.

Si su película Soul Kitchen, una comedia muy divertida, muestra cómo la inmigración turca se desenvuelve en Alemania, el drama Contra la pared, bastante más fuerte, rodada entre Alemania y Estambul, esta última, The Cut, rompe con su estilo intimista y ataca directamente la sensibilidad del espectador.

Largometraje de las violaciones de derechos humanos

La primera parte de la película es muy desagradable: el recorrido de una persona en la búsqueda de los suyos a través del sufrimiento llevado al extremo. El usuario siente la agonía de su protagonista, un chico guapo y valiente también, soporta todo tipo de penurias, aunque de vez en cuando la solidaridad de las personas que se encuentra por el camino alivia un poco la tensión de ver lo desagradable que los seres humanos pueden llegar a ser en un contexto de violencia.

En esta primera parte se percibe también la brutalidad de la denominada “marchas de la muerte”: mujeres, niños, niñas, ancianos… obligados a abandonar sus hogares, condenándolos a la sed, el hambre, la fatiga, las enfermedades que debieron sufrir en el desierto sirio.

Según el artículo 2 de la Convención para la Prevención y la Sanción del delito de Genocidio, se entiende como genocidio, “a) matanza de miembros del grupo, b) lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo, c) sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial, d) medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno de la familia, e) traslado por fuerza de niños del grupo a otro, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso“.

Turquía se adhirió a este Tratado el 31 de julio de 1950, que entró en vigor el 13 de enero de 1951. Sin embargo, parece que de poco ha servido. A excepción de la letra d, todas las demás “circunstancias” tienen cabida en la película. Por eso, me ha resultado más una recopilación de violaciones derechos humanos que un largometraje en sí mismo. Enumero el listado de las violaciones que pude concluir, bonita la película, la fotografía bonita también, aunque quizás un poco larga (2 horas de duración):

– asesinato
– violación del derecho a la inviolabilidad del domicilio.
– violación del derecho a la vida privada y familiar.
– desplazamiento
– esclavitud, trata de esclavos.
– tortura y penas, tratos crueles, inhumanos o degradantes.
– violación libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
– violación derecho a participar en el gobierno de su país.
– trata de personas, en especial, de mujeres.
– violación
– racismo y xenofobia
– vulneración derecho a la integridad física y moral.
– discriminación por razón de sexo, raza, religión.
– violación del derecho al agua, derecho a la protección contra el hambre.

Hamburgo en la película
Corríjame el espectador o lector si me confundo al deducir que una de las localizaciones que tiene lugar en la segunda parte de la película y que trata de hacerse pasar por EEUU es en realidad Hamburgo. /Hamburgo. J.M

La segunda parte expresa la incapacidad de habla de quien sobrevive a un genocidio. Esa incapacidad de narrar, podría decirse de ponerle palabras a lo vivido. De ahí que el silencio se perpetúe en los supervivientes de holocaustos, genocidios, crímenes contra la humanidad… lo que no quiere decir que los hechos sean olvidados, sino que, como bien afirmaba el gran constructor de paz, John Paul Lederach, en un encuentro que tuvo lugar en Bilbao, el mismo silencio transfiere los traumas.

Ante el (no) reconocimiento del genocidio

En la película no se expresan las causas ni tampoco aparece rastro de la colaboración de los kurdos; después serían ellos quienes sufrirían. Queda en cuestión la responsabilidad en la asunción del delito cometido, ya que la República de Turquía aún no había sido creada aún (1923). A día de hoy, Turquía niega tajantemente la existencia de genocidio contra los armenios, recientemente se produjo cierto conflicto diplomático con el Vaticano como consecuencia de las declaraciones del Papa sobre el genocidio.

Queda en entredicho cómo asumir la responsabilidad por la comisión de un delito por quienes preceden en la sociedad, como ocurre con los alemanes respecto de los Nazis, cuyos jóvenes se quejan de tener que cargar con la atrocidad que sus ascendentes llevaron a cabo (este tipo de cosas las dicen muy en la intimidad) o en España mismo, cuya responsabilidad en el desbarate de países como Bolivia hace 200 años aún no se ha asumido.

Se estima que asesinaron a más de un millón de personas armenias. El padre de la República de Turquía Mustafá Kemal Atatürk, no hizo nada por remediar o intentar reparar la situación; declaró inocentes a las personas juzgadas y condenadas con anterioridad, prohibiéndose el retorno del pueblo armenio a los territorios de Turquía. Al mismo tiempo, sus aliados, los kurdos, sufrieron después, en los 90, una política de asimilación muy fuerte.

Es curioso cómo entre los simpatizantes de Mustafá Kemal Atatürk, no se entiende o no se es consciente de los errores que su líder cometió. Es como si tuvieran en mente, exclusivamente, la gran valentía de separar Estado-religión, impulsar los derechos de las mujeres… al mismo tiempo que la mujer kurda se veía forzada a la indignidad precisamente por ser kurda, crear un estado moderno que no fuera árabe, pero no vieran  la brutalidad de esas mismas políticas; la eliminación de cualquier identidad o rastro humano que no fuera necesariamente acorde a ese nacionalismo turco.

Ahora, en lo referente al centenario del genocidio armenio (1915-2015) se habla de amnesia colectiva. Cuando hablo en Turquía sobre los kurdos, los alevíes, los armenios, incluso sobre las musulmanas que hasta hace bien poco no podían estudiar en la Universidad con el velo y se veían obligadas a utilizar una peluca o simplemente no estudiar (la mujer siempre mal parada), ellos responden: “Tienes poco respeto a Turquía”.

En la charla que tuvo lugar tras la película, se indicó que el País Vasco fue la primera región en España en reconocer el genocidio armenio. Llama la atención lo pioneros que somos respecto de los otros: armenios, kurdos, palestinos, saharuis. Debería ser motivo de reflexión respecto de los problemas que hemos tenido en la propia casa, en especial, actitudes respecto del vecino que no pensaba de la misma manera, sin la posibilidad de expresarse públicamente con libertad.

En la película se muestra también un aspecto horroroso que se produce a raíz de un crimen contra la humanidad, conflicto armado prolongado (guerra): el desplazamiento. El desplazamiento produce muchísimo daño en la persona. No solo la diáspora o desplazamiento forzado de la comunidad armenia que fue atacada, si no que aparece el desplazamiento de los españoles que viajaban a Latinoamérica en el contexto de la guerra civil española, que tanto daño produjo.

Debiéramos aprender del pasado para reparar el presente y no dejar que ocurra en el futuro. Las atrocidades se repiten continuamente. En este sentido, Gernika Gogoratuz, Museo de la Paz asentado en esta población cuyo bombardeo cumple este próximo fin de semana 78 años a manos de Franco con la ayuda de Alemania (en este caso Alemania sí reconoció su responsabilidad), ha publicado este interesante artículo sobre la necesidad de aprender de los errores del pasado para que la espiral de violencia y todas sus consencuencias no sacudan una y otra vez la dignidad del ser humano.

Brave Readers insta a los ciudadanxs turcxs a que reconsideren sus posiciones, hablen con los armenios, los kurdos, se sacudan las propias consideraciones, escuchen y reflexionen sobre el consentimiento en el silencio de la negación de este horror en la historia mundial de las personas.

Artículos sobre el genocidio armenio de interés:
www.genocidioarmenio.org
La memoria armenia. Ilya U.Topper. M´Sur.
El genocidio armenio, cien años de negación turca. Yashmina Shawki.
Genocidio armenio: “Llamar a las cosas por su nombre”. DW
Armenia: el primer genocidio del siglo XX. Antonio Elorza. El País.
Armenia y Turquía: dos visiones. esglobal

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